Seguro que para algunos perdió credibilidad por su afición a los enteógenos, la marihuana y otras sustancias psicotrópicas, pero lo cierto es que no creo que nada de lo que pensó, vivió y sintió el bueno de Terence, pueda tomarse a la ligera con facilidad. Falleció de un tumor cerebral inoperable el 3 de abril de 2000, pero hasta el último momento mantuvo una sonrisa en el rostro. Descansa en paz Mckenna.
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