Si hay una imagen que recuerde de mi estancia en Atenas hace 6 años, es la de un grupo de 5 perros apostados en un paso de cebra de la hoy tristemente famosa Plaza Síntagma, ladrando con furia al tráfico rodado cada vez que el semáforo se ponía en verde. Por aquél entonces tenía 26 años y apenas había viajado, pero ya empezaba a tomar consciencia del difícil y en ocasiones angustioso y claustrofóbico mundo o cárcel económica planetaria en la que vivimos. Años más tarde, estuve en la India y me maravillé de ver como en las ciudades del norte del país, humanos, perros, macacos y cuervos vivían en mayor o menor armonía, sin que los primeros dejasen de respetar o perturbaran la vida de los segundos. Aquél equilibrio, a pesar de los terribles problemas ambientales que afronta el subcontinente asiático, me produjo una enorme satisfacción, reconfortándome en la adversidad de aquél, en ocasiones, aciago viaje.
El mejor amigo del hombre, descansando al sol de la Acrópolis
Dentro de 5 días me voy a Bucarest a vivir allí por una temporada, punto de partida de posterior viaje a pie en el que pretendo recorrer vastas y salvajes regiones de Bulgaria, Grecia y Turquía, y una de las noticias que más me ha regocijado el alma, es el conocer que en dicha urbe campan a sus anchas unos 60.000 cánidos, a pesar de otras desagradables noticias que hablan de ataques e incluso muerte de civiles a manos de jaurías descontroladas. Parece ser que la industrialización promovida por el dictador Ceaucescu en los años 50, provocó la emigración desde el medio rural a la capital de miles de familias, que abandonaron a miles de mascotas a su suerte. En Atenas, mi primo y yo tuvimos la inmensa fortuna de ser escoltados por 3 bellos y cariñosos ejemplares durante toda una tarde, paseando a través de una ciudad caótica y desordenada, en la que sin embargo no sentimos estrés u agobio alguno. Más bien, todo lo contrario. La parsimonia o la "pereza" del pueblo griego, redujo significativamente la ansiedad que ya nos traíamos de la Europa "más civilizada". Esa misma Europa que ahora se encuentra inmersa en una profunda crisis y la misma que ha dictado las políticas de austeridad que hoy ahogan a todo el continente, y que se cebaron especialmente con el pueblo griego.
No parece que Bucarest sea del agrado de la inmensa mayoría de amigos o familiares a los que les he comentado esta nueva aventura que me dispongo a iniciar con confianza, ilusión y esperanza. Parece que un sinfín de prejuicios y temores (delincuencia, incultura o pobreza), se oponen entre sus mentes y la realidad. Realidad que sólo puede ser evaluada mediante el trabajo de campo, es decir, la propia vivencia física en esta ciudad. Según me han contado, Bucarest es un lugar de fuertes contrastes y mayor miseria, pero al parecer, la gente es maravillosamente hospitalaria. He de confesar que, al igual que en la novela 1984 de Orwell, cada vez manifiesto más interés por lugares "poco civilizados" proletarizados o pobres, en un creciente apego por regiones del planeta que aún no están sujetas a un sinfín de leyes absurdas, cuadriculada normativa y embrutecimiento vital y espiritual. Lugares en donde la gente aún conserva ese ápice de naturalidad, autenticidad o solidaridad que en las grandes capitales del primer mundo, se ha perdido o se pierde a marchas forzadas en una espiral de soledad y estupidez colectiva.
Diógenes "el perro", sentado en su tinaja.
Por eso, el saber que allí, hasta hace relativamente poco (la muerte de un niño atacado por una jauría reavivó el tenso debate en septiembre pasado), no han empezado a meter a los pobres perros en jaulas de perreras inmundas para ser sacrificados en un breve espacio de tiempo, ser torturados o apaleados, colgados de la rama de un árbol o vendidos para consumo humano (China), ya es más que suficiente indicador de la anarquía que ando buscando. Ahora saltarán los escépticos de turno, argumentando que esos perros están enfermos de rabia, son peligrosos y muerden a la gente, si por accidente llegas a acercarte más de la cuenta. Falacias, o bien, casos aislados. Bastará con alejarse de zonas aisladas o no aproximarse demasiado a grandes grupos. Y hablo desde la experiencia, la experiencia que me dice que ningún animal supera al hombre en maldad, que perciben nuestras energías, huelen nuestro miedo y son infinitamente más nobles que nosotros y jamás nos atacarían si no se sienten amenazados, y además con razón. En todo caso, la culpa recae sobre aquellos desalmados que los abandonaron en su momento.
Bucarest
De modo que, probablemente, sufra las consecuencias de la austeridad en mis carnes y no disponga de la comodidad que actualmente disfruto en Madrid. Pero si de algo estoy seguro, es de que me sentiré más tranquilo en un lugar en el que, como digo, hasta hace relativamente poco tiempo, no han asesinado a los animales por el mero hecho de deambular libres y sin dueño. Dicho esto, aconsejo a cualquiera que no se encuentre atado por infames trabajos o esclavizado por perniciosas y generalmente ilegítimas deudas contraídas con pútridos bancos, por hipotecas, vehículos a motor, insulsos negocios u otras mercaderías, que corten amarras cuanto antes y comiencen a hollar un mundo que espera a ser conquistado por todo valiente que se precie. La naturaleza ama el coraje y desprecia al mediocre, ese androide biológico de este nuevo tiempo que ya ha renunciado a la vida, aunque todavía no lo sepa.
Los perros son los seres más evolucionados del planeta. Están completamente auto-realizados. Poseen amor incondicional. Perdonan instantáneamente. Son empáticos y simpáticos. Incapaces de comportarse de manera taimada o deshonesta. Siempre están en el momento presente; no llevan a cuestas el pasado ni gruñen preocupados por el futuro. Todo es nuevo y maravilloso. Cualquier lugar es siempre el mejor lugar posible. Si piensas en las cualidades que te gustaría poseer, cualidades ideales como el amor incondicional, la lealtad, la devoción, la amistad a prueba de todo, la capacidad de perdonar, la falta de egoísmo, la sinceridad, el saber estar totalmente presente en el ahora, la felicidad…; todas esas cualidades que exhibimos como los más elevados ideales a los que podríamos aspirar, se parecen mucho a los de un buen perro. Conciencia de perro. Por supuesto, según esos mismos ideales, los humanos son, con mucha diferencia, los seres menos evolucionados del planeta. ¿Tienen los perros naturaleza de Buda? Los perros son la naturaleza del Buda. No necesitamos libros ni maestros ni filosofías. Si quieres aprender de un gran maestro espiritual, consíguete un perro; ellos son los verdaderos maestros Zen”.
ResponderEliminarAhora lo traduzco para que todo el mundo sepa bien como son los perros:
Dogs are the most advanced beings on the planet. They are fully self-realized. They possess unconditional love. They forgive instantly. They are empathetic and sympathetic. They are incapable of guile or dishonesty. They’re always in the moment, not carrying the past or fretting about the future. Everything’s always new and wonderful. Every place is always the best place to be. If you think about qualities you’d like to possess, the ideal qualities –unconditional love, loyalty, devotion, unwavering friendship, forgiveness, selflessness, sincerity, being fully present in the moment, happiness- qualities we uphold as the loftiest ideals to which we might aspire, they look very much like, you know, a good dog; dog consciousness. Of course, by those same ideal standards, humans are far and away the least evolved beings on the planet. Do dogs have a Buddha nature? Dogs are Buddha nature. We don’t need books and teachers and philosophies; if you want to learn from a great spiritual master, get a dog, they’re the real Zen masters.