martes, 22 de abril de 2014

¿Idiocracia o Ciencia ficción?

El otro día, mientras caminaba sin rumbo por el centro de Madrid, me senté un rato en la Puerta del Sol para escuchar la soberbia música ochentera que escupía el radio cassette  antiguo de un grupo de chavales, que habían decidido practicar breakdance bajo la estatua ecuestre de Carlos III. Fue en ese momento, embriagado por la enérgica y fantástica música de aquella década, cuando recordé mi género favorito del séptimo arte, la ciencia ficción, que experimentó su gran momento precisamente durante esos años. Gracias a la música, por lo tanto, no me fue difícil trasladarme a aquellos escenarios futuristas, psicodélicos y apocalípticos del cine, rodeado como estaba por  gran cantidad de plásticos, latas y basura por el suelo de la plaza, indigentes pidiendo en las esquinas o inmigrantes tarjeteros tratando desesperadamente de vender los locales de ocio y música comercial basura de sus jefes para las masas (decir que si estos últimos sobreviven a la crisis, es en parte gracias al punto neurálgico en el que se encuentran, que permite que centenares de turistas jóvenes, criados a la sombra de la cultura anglosajona moderna, paradigma de la incultura y el embrutecimiento, se dejen sus euros y sus neuronas en fútbol en pantallas gigantes, alcohol a raudales y música electrónica).

Si a todo ellos le unimos la desproporcionada presencia policial, decénas de luminosos rótulos comerciales, algunos desvencijados, el clásico y cansino compro oro por todas partes y las casas de apuestas deportivas en cuyos interiores pasa las horas muertas la canallesca calaña del lugar, el resultado de este insano y ridículo cóctel, de esta marranada social, no se diferenciaba demasiado de la deteriorada colonia de Marte en la ficción de la película Desafío Total y su club de alterne El último suspiro, o de la zona céntrica del "Los Ángeles 2018", en Bladerunner.


"Idiocracia", una comedia de ciencia ficción no tan antigua (2006), pero que ilustra a la perfección el mundo hacia el que nos encaminamos, con paso presto.


Además, considerando las circunstancias sociales, ambientales y económicas que vivimos en la actualidad, no puedo por menos que sentir un profundo respeto hacia todos aquellos denominados profetas de la ciencia ficción (Orwell, Philip K.Dick, Huxley), cuyas joyas literarias de mediados del siglo pasado, parecieron haberse adelantado a sus tiempos por su exultante, y por otra parte preocupante, clarividencia. Las visiones o quizá la brillante imaginación de estos autores, fueron adaptadas al cine, al principio con ciertas reticencias, desconfianza o escaso éxito en taquilla, pero a la larga, estas películas se convirtieron, muchas de ellas, en películas de culto (Bladerunner, 1984, The warriors, The Omega Man,etc...) Esto indica, en cualquier caso, el profundo impacto que causaron en la sociedad, aunque dicho impacto haya sido lento, casi por goteo y sólo del interés de un sector minoritario rodeado por una mayoría que aún prefiere vivir en la ignorancia.


Me encantan estos salvajes y dicotómicos contrastes del mundo mierdero en el que vivo: Por un lado, el mantero que saltó la valla en Melilla trás meses o quizás años de desventuras por el continente africano, tratando de ganarse la vida hostigado por los mierdas de municipales. Por el otro, una franquicia de comida basura, englobada en una de esas inmensas corporaciones rapiñeras que emponzoñan el planeta y envenenan la salud de sus pueblos. Terrorífico.


Por eso, cuando leo los mensajes de mi primo acerca de la frívola, drogadicta y sistémica sociedad urbanita de Brighton (Reino Unido), cuando escucho las tranquilas pero profundas observaciones de mi amiga norteamericana Elizabeth, acerca del sopor o desconocimiento y pobreza vital que reinan en el pueblo yankee, o cuando me topo con una vomitiva noticia que asegura que el 61% de las jóvenes brasileñas, canadienses o francesas prefieren las redes sociales y sus smartphones, a tener relaciones íntimas con sus semejantes (http://revoluciontrespuntocero.com/las-mujeres-prefieren-smartphone-que-sexo/), me doy cuenta de que todavía no estamos tan mal aquí o...tal vez sí? Consolarse con las desgracias ajenas no es sinónimo de inteligencia ni de cambio alguno, pues además, la cruda realidad de la globalización homogeneizante nos terminará condenando a todos con igual e imperturbable injusticia. Y nos condenará a un mundo regido por un grupo de desalmados, que mantiene y mantendrá su demoníaca funcionalidad, de la mano de la inoperante y abúlica masa mayoritaria de ignorantes o resignados restantes, que pagan y pagarán los excesos y las conductas inmorales de los primeros. Un mundo de idiotas, de un bando y de otro, que se conducen a sí mismos al cadalso.


Si la juventud fuese capaz de asociarse en un objetivo común como lo hacen las bandas callejeras de esta película, otro gallo nos cantaría a todos. El futuro, hoy en día, no nos pertenece.


¿Juventud, cambio, revolución? Bellas palabras, pero vacuas en fundamento e intencionalidad, cuando la juventud se encuentra anestesiada e insensibilizada, cuando el cambio y la revolución tienen que depender casi forzosamente de una población vieja o envejecida (veo más viejos que jóvenes en asociaciones políticas o manifestaciones) y que cada día siente con mayor intensidad (o miedo) que la lucha, por cuestión de generación o decrepitud consumada, ya no le incumbe, mientras se lamenta del mundo y de su funesta deriva en bares, parques o redes sociales.

Los demás, aquellos que realmente hacen algo sin esperar nada a cambio, los que tratan de concienciar a los demás o se resisten a caer en la mediocridad absoluta de vida que tienen planeada las élites para nosotros, cada vez se sienten más solos e inútiles en la gran ciudad, parque temático de atracción consumista, estupidez colectiva y creciente contaminación. Así que, si alguien quiere conocer mi opinión sobre la juventud actual, a la cual para mi vergüenza aún pertenezco, seré claro: "¿La juventud? La juventud es una auténtica mierda".


1 comentario:

  1. ¿Tu has pensado en el 56% de paro juvenil? ¿Donde están? Pero eso sí, organiza un botellón, que seguro que es un éxito. No hay lugar a dudas, tenemos lo que merecemos.

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