martes, 28 de febrero de 2012

Rishikesh

Como ya me habían advertido, Rishikesh es un lugar potencialmente turistico, catedral del yoga, la meditación y la medicina ayurvédica, entre otras disciplinas orientales. Tambien, ciudad libre de alcohol y estrictamente vegetariana, entre otras muchas particularidades. Por lo tanto, tampoco me sorprendió encontrarme callejuelas y bazares rebosantes de europeos occidentales, muchos de ellos semi-residentes aquí, inmersos en cursos, lecturas y estudios en diferentes ashrams, probablemente en búsqueda de una mayor apertura espiritual o una solución o escape a sus posibles quebraderos de cabeza y preocupaciones. Si algo me incomoda, no solo a mi, sino a muchos otros que no nos dejamos embaucar con facilidad por falsos gurús, mitos y religiones, es esa tendencia que tienen algunos ciudadanos del primer mundo en mimetizarse de forma excesiva y absurda con una cultura que no es la propia, adoptando maneras, costumbres y vestimentas que nada tienen que ver con sus lugares de procedencia. Hoy mismo, tuve la ocasión de ver como una pareja de vascos treintañeros bañaban heroicamente a su hijo pequeño en el Ganges, cuando a escasos metros desembocaba un riachuelo de porquería, arrastrando plásticos y enseres de todo tipo. Sin duda, no deben de ser conscientes del riesgo que corren, o de que sus organismos no se encuentran inmunizados como el de los nativos ante la cantidad de bacterias o incómodos parásitos a los que se exponen. Quizá si lo sean, y sea esta su forma de encontrar la peculiar purificación que sus almas precisan. El Ganges sera un río sagrado, pero en cualquier caso, sigue siendo un río contaminado, no apto para turistas. Al menos, no en estas latitudes.


El Ganges, a la altura del Laksman Jhula Bridge, el segundo puente de la ciudad.


Afortunadamente, tras caminar unos cuantos kilómetros y comprobar que todos los Guest Houses se encontraban saturados, logramos topar con el Ananda Guest House, donde por 150 Rp por barba, precio irrisorio, descansamos en un lugar limpio y libre de ruidos. La ciudad se encuentra llena de vacas pedigüeñas,  perros y también otra variedad de monos, los lemures, mucho menos agresivos y mas inteligentes que los macacos Rhesus o comunes (Macaca Mulatta) que he podido ver por toda la India, aunque estos últimos también se encuentran en enormes cantidades en este lugar. Ayer mismo, uno de gran tamaño trato en repetidas ocasiones de robarle la comida a un turista y a una mujer india. Son ladrones y pendencieros, y saltan de un lugar al otro con enorme agilidad, a veces sobre vallas y carteles metálicos, ocasionando gran estruendo y sobresalto entre los viandantes. Tampoco les gusta que se les observe mientras copulan o se desparasitan entre ellos, y atacan sin dudarlo, como he podido comprobar hoy en el puente Laksman. Una joyita de animal.






Pero si algo me ha sorprendido, es la cantidad de Sadhus que se encuentran por estas latitudes. Ayer decidí darme un garbeo a orillas del río, en el lado de la colonia turística en la que nos encontramos, y me tope con varios de ellos sumidos en sus quehaceres cotidianos: lavado, peinado de melena, juego de parchís o tomando chay tranquilamente, en sus improvisadas viviendas bajo los locales de la calle comercial. 




Tras intercambiar unas pocas miradas, fui invitado a sentarme en su campamento, así que compre unas galletas y me senté a su lado. Estuvimos hablando durante una hora aproximadamente, acerca de temas de actualidad y de los problemas a los que se enfrenta la raza humana en este planeta. Trabe especial amistad con unos de ellos, bastante joven e inteligente, que me pregunto interesado si me consideraba católico. Le respondí que en absoluto, que no era amigo de las religiones, que estas solo separan a los pueblos creando enormes desigualdades y conflictos por todo el mundo. Lo que me sorprendió fue su reacción, pues pensaba lo mismo que yo, y ambos coincidimos en que cada hombre puede tener su propio concepto de dios profesando tolerancia y respeto, sin imposiciones de ningún tipo sobre sus semejantes. Le explique que yo encontraba a dios en la naturaleza, y que esta se encuentra en grave peligro a causa del capitalismo depravado que domina nuestras existencias.




Les pregunte acerca de un hombre de unos 60 anos, que parecía agonizar y que se encontraba a escasos metros de nosotros, profiriendo gemidos de dolor y envuelto en una nube de moscas. Solo supe que estaba enfermo y que llevaba varios días en ese estado, probablemente esperando a la muerte. Uno de ellos señalaba al cielo y después al río, sin embargo les pregunte si allí también tenían la costumbre de arrojar los cadáveres al río, como en Varanasi, y respondieron que no. 




Fuere lo que fuere, esta gente no dispone de bienes o dinero, y el destino de aquel enfermo estaba claro. Reciben lo que la gente les ofrece, y tienen derecho a una comida que dispensa una cocina cercana a nuestro albergue. Tuve ocasión de grabar la procesión de gente que acude a este lugar, donde les sirven un misero cucharón de comida. La estampa me hizo recordar cualquier comedor de los campos de concentración, vistos en cine o documentales de la segunda guerra mundial.




Por lo demás, sigue sorprendiéndome la cantidad de basura que hay desparramada por todas partes, en infinidad de vertederos que aparecen en barrancos, prados y cunetas. Solo espero que este pueblo encuentre pronto una solución para este grave problema. Es con los monzones, a partir de mayo, cuando la lluvia limpia la atmósfera y arrastra toda la basura de la India (la no quemada), hacia el mar. Fotos como las del río Yamuna o Ganges en los meses de verano, rebosantes de una masa de desechos en suspensión que en ocasiones impiden ver el agua, hacen comprensible que exista un continente de basura plástica flotando al norte del océano pacifico.






A veces pienso que este pais esta para cogerlo con los dedos y meterlo integramente en un balde con lejia.


lunes, 27 de febrero de 2012

De Rewalsar a Rishikesh: El infierno gris

Pasándolas putas, debería de ser el titulo de esta entrada, a tenor de la odisea que tuvimos que pacientemente padecer Steve y yo durante los días 24 y 25. "That is India!", repetía mi aguerrido compañero, cada vez que me oía resoplar de cansancio o quejarme con razón, a causa del frío, la fatiga acumulada y la rabia y la desesperación por horas, tiempo y dinero perdidos. En efecto, así es India, insólita, impredecible, para bien o para mal, siempre sorprendente. Un país caótico, que en ocasiones puede convertirse en la peor pesadilla posible. Por lo tanto, mejor tomarse los acontecimientos con filosofía, porque en esta tierra todo puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos. Dicho esto, y antes de empezar a narrar nuestras peripecias, debo reconocer que sin la compañía y el apoyo moral de este veterano trampero de Idaho,  que a pesar de rondar los 60, aún es capaz de trepar las cumbres mas elevadas del planeta, el viaje hubiere resultado ciertamente muy diferente.


Rewalsar


Pasadas las 3 de la tarde del día 24, salimos apresuradamente de Rewalsar, no sin antes despedirnos efusivamente de todos los amigos que inevitablemente conoces, y quedan atrás.  Nuestra intención pasaba por coger un autobús en Mandi, "(Ordinary Bus, o el mas barato), dirección Chandigarh, para después tratar de conseguir un tren hacia Varanasi. Todo un suicidio, sin plazas de tren reservadas, pero debíamos esperar hasta el 29 para hacernos con dos billetes en clase "sleeper", y no nos daba la gana esperar tantos días, literalmente. Nuestra esperanza, pasaba por aplicar al "Tat-Cal", una especie de método que consiste en acudir pronto a cualquier estación de tren, poner cara de europeo autoritario, y pagar algo mas a cambio de alguna reserva cancelada. Según mucha gente a la que preguntamos, este método funcionaba.

Lo primero era llegar a Mandi, y para ello, nos subimos a un bus local (27 rp), de una hora de trayecto, que bajaba por las montanas atravesando un agradable paisaje compuesto de pinares y salpicado, aquí y allá, por granjas de carácter agreste y familiar. Niños volviendo del colegio y entrañables y simpáticos viejecillos, constituyeron el paisaje humano del viaje. Al llegar a Mandi, de nuevo tuvimos que enfrentar el caos y la muchedumbre típicos de la India. Nos dirigimos rapidamente a la estación local, con la intención de reservar nuestros billetes en el "Ordinary Bus". Este colectivo se diferencia del Semi-Sleeper Deluxe Volvo, habitado por cucarachas y con asientos reclinables que cogimos de Delhi a Rewalsar, en primer lugar, por ser un Tata  metálico cochambroso, y en segundo, porque es el autobús de la plebe, no hay asiento reservado, y frecuentemente debes viajar de pie, además de aguantar las innumerables paradas que realiza en pueblos y ciudades. La distancia parecía corta, 190 km, y el precio, asequible, 210 rupias por cabeza. Nos las prometíamos felices, inocentes como párvulos, pero todo el castigo físico y psicológico cayó sobre nuestras ánimas con  fulgurante estrépito. 7 horas a través de montañas rebosantes de ruidosos Tata, curvas interminables, baches demoníacos que te hacían galopar sobre el asiento, paradas en mugrientas áreas de servicio con olor a orín, empujones, gente subiendo y bajando, y todo el polvo y la contaminación nacional entrando constantemente por las ventanillas, constituyeron el menú principal del viaje.

Finalmente, alrededor de las 10 de la noche, fuimos depositados como estrujados desechos, en la estación de Chandigarh, ciudad, según el lavandero de Rewalsar, de las mas limpias y bellas del norte de la India. Nosotros sólo vimos casuchas, ínfimas viviendas, chiringuitos y pseudo-talleres de pacotilla, sumidos en la más absoluta y polvorienta oscuridad. Daba la sensación de estar entrando en Madrid por cualquier carretera del sur de la ciudad, con la única diferencia de ser 10 veces mas cutre. Nada mas bajar del autobús, fuimos alcanzados por una horda de buitres famélicos de rupias, que nos asediaron a la persecución picoteándonos los oídos durante varias decenas de metros, ofreciéndonos rickshaws, hoteles y cualquier cosa inimaginable que no pudimos entender. Cansados y agobiados, salimos espantados de la zona, y tras preguntar en un par de hoteles, finalmente supimos que la estación de tren se encontraba a 8 km del centro, así que los buitres se salieron con la suya, y negociamos por 80 Rp el trayecto, al que se suponía, ilusos de nosotros, debía de ser nuestro penúltimo destino antes de aterrizar en Varanasi.

La estación de tren de Chandigarh, era un reflejo mas de lo que es India. Gente tirada por todas partes, apesadumbrados algunos, adormilados los otros, perdidos los todos. Nos acercamos temerosos a una de las ventanillas, haciendo una cola de tres personas, que se convirtió en una de 10, debido a las intromisiones de varios tipos que seguramente, conocedores de nuestra dubitativa y errática apariencia, no dudaron ni un segundo en saltarse el turno, deslizándose como maliciosas serpientes ante nuestra cansada y permisiva mirada. Por fin nos atendieron, y no entendíamos una palabra de lo que el pasivo funcionario nos explicaba con desgana. Entretanto, la gente seguía llegando a raudales, comprando billetes como si nada. Decidimos cambiar de garita, y esta vez si, un tierno y avezado indio, que se asemejaba a un pitufo, consiguió explicarnos, tras 5 intentos fallidos, que la única opción posible era una conexión con Mughalsarai, a diez kilómetros de Varanasi, y un cambio de tren para el final del trayecto, habiendo plazas disponibles en 2AC (segunda clase aire acondicionado), por 1340 rp. Bastante caro, pero sonaba bien, dado nuestro ruinoso estado de agotamiento. Además, el tren pasaba a la 1 de la madrugada, y por fin, podríamos descansar.

Muy amablemente, y dándonos un trato de favor inusual, nos invito a acceder a la oficina, donde nada mas entrar, pudimos ver divertidos cómo una rata gigante se escondía debajo de unos armarios. Ya estábamos sentados y con el dinero encima de la mesa, cuando el pobre hombre se percató de que sólo había una plaza disponible. Las opciones pasaban pues por esperar en la estación hasta las 7, para hacer cola en un edificio anexo que abría a las 8, y tratar de encontrar un par de billetes, aunque fuera, sentados en quinta clase ( hay cinco: 1ac, 2ac, 3ac, sleeper o la mas asequible, y la ultima, para la gente sin posibles, es decir, la inmensa mayoría).

Lo que a continuación vino esa noche, fueron 6 horas interminables de frío, deambuleo constante por el anden, y agotamiento creciente. Tratamos por dos veces (la segunda con éxito, la primera fuimos invitados amablemente a salir), de refugiarnos en el cuarto de espera de mujeres "ladies waiting room for sleeper class", que estaba felizmente vacío. Si alguien se pregunta porque no optamos por el de los  hombres, fue por un claro riesgo de contaminación instantánea: Visto desde fuera, parecía atractivo, tan solo 3 o 4 indios con apariencia de estar semidrogados o semi-inconscientes, se encontraban tumbados en su interior. Bien, nada más asomar el hocico, comprendimos el estado de envenenamiento de aquellas pobres víctimas, pues un insoportable hedor a pies y orina concentrada, dominaba toda la atmósfera interior. Imposible pasar del umbral de la puerta, sin desfallecer como los de dentro. No descarto que alguno fuese ya fiambre, dado el espantoso hedor ácido y penetrante.

En la sala de espera de mujeres, las cosas eran muy distintas, no olía a diabólico espanto, pero si helaban sus metálicos bancos, donde nos recostamos como pudimos mientras el frío iba penetrando indefectiblemente por nuestros riñones. Con sana envidia, pude oír a Steve roncar. Yo, personalmente creo que dormí unos 10 minutos, entre las 5 y las 6 de la mañana. Antes de eso, me pregunté varias veces quíen demonios me mandaba a mí haber salido de la apacible tranquilidad del monasterio de Rewalsar, para sufrir de este modo semejantes penurias, mientras escuchaba con empatía los gemidos y las quejas de una chica india que se encontraba sentada enfrente, acompañada por su paciente novio. Finalmente, recordé las palabras de Osho, y aprendí a sufrir y edificar de las tribulaciones, no me quedaba otra.

Alrededor de las 6, abrí los ojos con escozor, y comprobé que la habitación se había llenado de gente. Una mujer organizaba sus trastos, cacerolas y cachibaches justo debajo de mi banco. Me sentí culpable de estar ocupando tres plazas, y me incorpore de inmediato. Tenia los pies helados y la espalda molida. Pronto pude darme cuenta de que en el suelo se estaba mucho mejor, y muchos habían improvisado una especie de Jaima árabe, donde descansaban familias enteras y parejas. Al poco tiempo Steve se despertó. Pudimos comprobar que se hacia de día. Un día oscuro y grisáceo, triste. No eran las nubes, me explicó Steve, experto en estudios de impacto medioambiental y biólogo ya jubilado, aunque no hacia falta demasiada aclaración, si se respiraba mínimamente el aire en nuestro derredor. Toda la India se encuentra en el mismo medio-ambientalmente deplorable estado. Imposible ver un cielo despejado, no solo en las ciudades, sino en casi cualquier parte. Los único consuelos azules los experimenté al atravesar Maharaschtra y Madhyah Pradesh, pero el 99% del tiempo asomando la cabeza por la ventanilla del vagón.

La polución reina con descaro en todos los lugares. No es de extrañar, pues no solo la mayoría de los motores se encuentran a años luz de toda normativa en cuanto a emisiones, sino porque esta gente lo quema absolutamente todo, y la mayoría de los desechos, son plásticos. "They are killing themselves", me decía Steve con alegre resignación. Nada más lejos de la realidad, ambos coincidimos en que la ausencia de consciencia y entendimiento, están conduciendo a este pueblo a su propio suicidio ecológico y ambiental. Sin lugar a dudas, triste, pues ni siquiera pueden preocuparse de estos asuntos, liados como están en vender sus naranjas, plátanos y mercaderías a cualquiera que se precie. Plátanos y naranjas y árboles siempre grises y mortecinos, cubiertos de una espantosa capa de muerte en polvo, que se suceden kilométricamente por las carreteras del Norte, salpicados por charcos de basura en descomposición.

Tras estas penosas reflexiones, salimos al exterior con bastante desasosiego, camino del edificio donde deberíamos pelear por dos pasajes en Tat-Cal. El día era frío, y oíamos cuervos graznar a la muerte por encima de nuestras cabezas,  posados sobre los eucaliptos de los alrededores del parking de la estación. A escasos metros, se alzaba humildemente el pequeño edificio que debía albergar a los descarriados que, como nosotros, necesitaban un pasaje. Aun quedaban 40 minutos para que abriese, y ya eramos unos 50 arremolinados alrededor de la puerta. Entre gritos, empujones y alguna que otra pelea, entraron los funcionarios de la Indian Railways. A menos diez, una terrible nube de humo toxico llego de unas praderías cercanas. Sin duda era plástico. Ahogados, metimos la cabeza dentro de las camisetas, tratando de respirar sin intoxicarnos en el intento. Los indios, impasibles, solo permanecían atentos a las puertas, sin importarles un pimiento que lo que estaban respirando, era letal. A las 8 menos cinco éstas se abrieron, y en avalancha entramos todos. Yo delegué en Steve, consciente de que su ingles era mucho mejor que el mío,  y me dejé caer destruido sobre un muro, deslizándome hacia el suelo mientras oía como le contestaban con negativas.

Desesperados, tiramos los formularios al suelo y salimos a la calle, o al infierno, según se mire. Fuera, la vida ya había empezado, otro día más, en India. Autobuses, gente, mucha gente, ruido, pitidos de claxon. El viaje, por lo suelos. Sin opciones de tren, el sueño de India se evaporaba, en un país cuyas distancias son enormes y cuyas carreteras son execrables.

Sin ilusión y sin fuerzas para apenas pensar, decidimos coger un autobús dirección Rishikesh, en el caso de Steve, y dirección Mandi y Rewalsar, en el mío propio. Otras 8 horas por delante de infernal autobús, a pesar de llevar 30 horas sin pegar ojo, pero no me importaba con tal de llega a Rewalsar y que me dejaran en paz de una vez por todas, en compañía de mis amigos, los monos,  los perros y  los templos tibetanos. Para mayor desgracia nuestra, en Chandigarh existen dos estaciones de autobús, pero nuestro desconocimiento hizo que nos dirigiésemos a la incorrecta, que a la postre resultaría la correcta, debido al afortunado error de un funcionario Sij que nos redirigió a la incorrecta. Todo bastante complicado, pero su error hizo que una especie de ángel de la guarda nos ayudase.




Su nombre, Malik Sandeep, policía de la estación de autobuses norte de Chandigarh y profesor de Kickboxing. 27 anos, mujer y una niña pequeña que pronto cumpliría un ano de edad. Una persona desinteresada, cristalina, amante de su trabajo y de enorme corazón. Este hombre nos salvó de la máxima desesperanza, al menos en mi caso. Como siempre suele ocurrir en la vida, cuanto mas oscuro sea un túnel, mas lúcida será la luz que ilumine la salida.

En poco mas de media hora, no solo teníamos nuestro billete de tren hacia Varanasi, sino los de todo el viaje: Mumbai, Goa y Delhi. Cuatro trayectos por 1400 rupias, unos 20 euros. Sorprendidos, aunque demasiado agotados para caer en la cuenta de semejante golpe de suerte, nos bebimos un chay caliente los tres en la sucia, polvorienta y atestada de ruido y tráfico avenida principal, al cual nos invitó. Tras intercambiar correos, direcciones y efusivos abrazos con este singular tipo, caímos felices y rendidos en otro autobús camino a Rishikesh (170rp).Al final me decidía por Varanasi, pasando unos días por Rishikesh con mi amigo Steve, olvidando el cobarde refugio del cómodo Norte. La India todavía me estaba esperando...

Otras 7 horas, también sin dormir, en otro colectivo ordinario y abarrotado, con música india atronadora, control anti-alcohol de los militares incluído, humo, polvo, miseria y decadencia visual gratis por las ventanillas. Podría haberme quedado dormido de pie, pero lo hice, involuntariamente, apretujado entre la ventanilla y un indio que viajaba acompañado por su novia, apretujada a su vez por otra chica, apretujada a su vez por otra gente. Mientras, Steve dialogaba animado con una gruesa mujer, profesora, según nos dijo, de un colegio en Haridwar. En caso de accidente, seriamos carne picada para medio país, entre amasijos de hierro y porquería. Ya nada nos importaba. A las 9 de la noche, tras casi dos dias sin ver la cama, aun tuvimos fuerzas para rechazar 3 guest house que carecían de ducha, salir a cenar, y gastar interminables bromas en Haridwar. Al día siguiente, ya descansados, cogimos otro autobús, uno mas, dirección Rishikesh. El viaje, estaba salvado..pero, That's India!!!


martes, 21 de febrero de 2012

Rewalsar: Celebración de año viejo tibetano

La casualidad o la providencia han querido que me encuentre en este lugar sagrado, justo en la víspera de año nuevo tibetano. Mientras en Mandi celebran fiestas en honor al dios Shiva, ayer se quemaron todas las energías negativas y los malos augurios en la gran pira de celebración de año viejo, aquí en Rewalsar. Una enorme multitud siguió con fervor la ceremonia, mientras los petardos atronaban a nuestro alrededor.







Lamentablemente, la conexión aquí es bastante lenta, y hay multitud de vídeos que me esta resultando imposible subir. De media, tardo unos 5 minutos en subir una simple foto. Mas de un día he tenido que irme de brazos cruzados, y es bastante incomodo pues pierdo muchísimo tiempo tratando de publicar entradas. Mi estancia en el hotel Lotus termina, y desde ahora compartiré habitación en un monasterio por 250Rp, donde nos juntamos los  escasos turistas que estamos aquí: Mi amiga argentina, un barcelonés, una pareja francesa y otras 4 o 5 personas que he podido ver deambulando por estos lares.

Hoy conocí a un español que lleva un ano viviendo aquí. Paga 20 euros al mes de alquiler, y un total de 200 euros al mes con todos los gastos cubiertos. Le he comentado mi deseo de proseguir viaje hacia Varanasi, y me ha advertido de la poderosa energía que existe allí. Energía muy oscura y densa en ocasiones, por ser la ciudad de la India mas estrechamente vinculada con la muerte y el ciclo final de la vida. Varanasi es el punto energético de referencia de la india y las más importante y antigua de sus siete ciudades sagradas. Un lugar donde, según dicen, te enfrentas con el ego y tus propios demonios interiores. Un lugar capaz de consumirte y vaciarte por completo en cuestión de horas o días, según la persona. O te atrapa o la odias para siempre. Personalmente,  y después de lo que pude experimentar en Delhi, no me he tomado sus reflexiones a la ligera. Pronto, quizá mañana, tome un autobús hacia Haridwar. y de ahí un tren hacia esta ciudad del este.



sábado, 18 de febrero de 2012

India: Rewalsar

Tras 10 horas de infernal traqueteo en un autobús plagado de cucarachas, y de no pegar ojo por carreteras infestadas de camiones y furgonetas multicolores con el claxon a todo trapo, llegamos a Mandi a eso de las 5 de la madrugada, a tiempo de tomar un Masala Chay bien caliente. Poco después tomamos otro bus que nos subió por las montanas hasta Rewalsar, donde finalmente termino el viaje, media hora antes de que amaneciese, y a tiempo para asistir a una impresionante ceremonia budista en este maravilloso templo, a orillas del lago que da nombre a este pueblecito de Himachal Pradesh.




El frío en estas latitudes se deja notar, pero un servidor, ajeno a las inclemencias climáticas del lugar, abandono el calor del templo antes de lo previsto y aprovecho de este modo que ya era de día para fotografiar la zona. La tranquilidad y el silencio que envuelven esta población de apenas 1500 habitantes es notorio, si lo comparamos con el estresante bullicio de Delhi. Sobre las 7 de la mañana pude ver asombrado como una multitud de afables y carismáticas personas se dirigían con calma y devoción hacia los diferentes templos de Rewalsar, al tiempo que los monos empezaban a dejarse ver por los alrededores, colgados de las ramas de los arboles y devorando cualquier semilla o fruto caído de los mismos. 



Finalmente, tras deambular un rato, encontré alojamiento en el Hotel Lotus, donde una resuelta y amable mujer tibetana me ofreció tres noches a un precio razonable de 1200 rupias, tras arreglar algunos problemillas con el calentador del agua y alguna que otra bombilla fundida.




Rewalsar es una encrucijada de 3 religiones, hinduista, sinkhista y budista, y uno de los destinos de peregrinación mas importantes de todo el norte del país, pero todo eso pierde importancia significativa, si nos  fijamos únicamente en la bondad de sus gentes, y la belleza de sus rostros. Aquí el tiempo parece haberse detenido, y este emblemático asentamiento conserva aun toda la pureza que caracteriza su increíble esencia.




Al día siguiente por la mañana decidí ascender las colinas que circundan la población, con objeto de poder contemplar la cordillera del Himalaya. El día estaba cubierto y la travesía no fue especialmente complicada, a pesar de cierto bochorno.  Antes de emprender la marcha, me detuve un rato seducido por los "gongs" que procedían de uno de los múltiples templos del pueblo. El camino asfaltado esta frecuentemente transitado por camiones y coches, y discurre a través de un bosque de pino, donde campan a sus anchas monos y cabras, así como pájaros salvajes que me fue imposible identificar.























Para terminar y reponer fuerzas,  nada como un suculento Than Thuk de verduras tibetano, cocinado con  amor por la mujer del Topchen restaurant, a un modico precio de 50rp.



viernes, 17 de febrero de 2012

India: Nueva Delhi

Hace más de 48 horas que me encuentro en Nueva Delhi. He de reconocer que como algunas personas me habían advertido, causa un impacto bastante profundo la toma de contacto inicial, de la cual se tarda mas de un día, en mi caso, en recuperarse. Delhi es un caos, un universo de matices, de colores, de miseria, un mundo aparte. Llaman la atención los poderosos y penetrantes olores que aquí se respiran, y en ocasiones, las mas, se padecen. Es algo así como una mezcla de orina fermentada mezclada con carbón. La ciudad entera es un mercado ambulante, en la que se agolpa una muchedumbre de multitud de etnias y castas, que todo lo venden y todo lo compran, a todas horas, sin descanso, envueltos en un frenesí casi enfermizo. Es como un mercado medieval, pero en pleno siglo XXI. El bullicio de las mercaderías y su actividad, se acompaña constantemente por el frenesí de interminables pitidos de claxon provenientes de motocicletas, rickshaws y demás vehículos, aunque también se ven campesinos arrastrando pesados bultos en carros, ayudados a veces por bueyes y caballos. Todo ello, bajo una maraña infernal de cableado, que como es lógico, no se encuentra soterrado. No es de extrañar, en una ciudad del tercer mundo.



La pobreza que he podido comprobar es extrema, insultante, arrolladora, pero incluso a pesar de esta cruda realidad, reinan la paz y la armonía, el equilibrio y el respeto. No existe la envidia, apenas he observado agresividad o indicios de violencia en las personas, y eso es algo realmente sobrecogedor, algo que le llena a uno de humildad y de amor, cuando procede de un mundo occidental repleto de frialdad, codicia y competitividad. Aquí no, aquí cada uno juega su papel, sin perturbar a sus congéneres. Cada cual, es consciente de su cometido. La calle es un hervidero de circunstancias y situaciones curiosas que jamas pueden dejarte indiferente: Tan pronto ves a un hombre soltando a dos ratas en plena calle, como a un anciano calentándose al fuego de una hoguera improvisada a escasos metros del Fuerte Rojo, niños cubiertos de mugre y suciedad extrema, sentados sobre una isleta de porquería y riendo alegremente, o mujeres cosiendo sus ropajes, distraidas y ajenas a todo, en medio de una plaza envuelta en una estresante marea de trafico. Cualquier cosa es posible, en este universo de vida que es Delhi.




La fauna local se compone de infinidad de palomas y cuervos, que dan buena cuenta de todos los desperdicios y la basura desperdigada por doquier, sin olvidar un ejercito de perros, que parecen haber sido todos paridos por la misma madre, y que se encuentran generalmente dormidos y atontados en cualquier parte de la ciudad, no se sabe si por causa de la rabia, pero despellejados, enfermos y cubiertos de costras. Por ultimo, los monos, en parques y grandes avenidas. He visto algunos, pero es mejor no acercarse demasiado, pues son extremadamente violentos, y una mordedura de estos bichos puede ser fatal.




Para un forastero, es posible sobrevivir aquí con 400 rupias diarias, unos 6,5 euros, contando con alojamiento, agua y comida, esta ultima exquisita. Un coco pelado en pleno Main Bazar, cuesta alrededor de 20 rupias, unos 30 céntimos de euro, y un manojo de unos 15 plátanos, alrededor de 1 euro. Los oriundos, claro esta, sobreviven con una cuarta parte. Cualquier blanco es objeto de miradas y curiosidad, y proclive de ser igualmente expoliado y timado, si no se anda con cuidado. Respeto y generación, si, pero la rupia manda, y harán lo que puedan para dejarte seco.



Por lo demás, hay muy pocos europeos u occidentales aquí. En dos días, apenas habré visto unas 40 personas, visiblemente curtidas, todo hay que decirlo, de las cuales dialogue con 5. Eso si, trabando amistad con las 5. Ayer pase el día con un alemán, Tassol. Juntos descubrimos las callejuelas mas inverosímiles, pasadizos comerciales, parques y templos. Cogimos el metro, casi igual de bullicioso que el de Tokio, imprescindible en una ciudad de 13 millones como esta, y 10 mas en el extrarradio. Gracias a el, pudimos aventurarnos mas allá del rió Yamuna, donde se extienden plantaciones y grandes extensiones cultivadas, salpicadas por poblados chabolistas. Hoy, en compañía de dos amigas argentinas, partimos hacia Mandi, en los Himalayas. 14 horas de autobus nos esperan, montanas y valles sagrados, que a buen seguro nos descontaminarán los pulmones de toda la polución que hay en esta capital, casi 20 veces superior a la de Madrid. Habré de regresar a Delhi, pero el tiempo justo para hacer escala antes de dirigirme hacia el sur. Saludos.



sábado, 11 de febrero de 2012

Los últimos románticos

Ultimamente siento una angustia oprimirme el pecho, cada día que me levanto y he de vivir en esta tragicomedia llamada mundo. Cuando la mente de un ser pensante llega al embrollo y a un callejón sin salida, debido a unas circunstancias externas que no ofrecen apenas alternativa, lo mejor es optar por una existencia primitiva y humilde, alejada del mundanal ruido y de esta estúpida civilización humana que nos rodea. Cuando uno ve con claridad que no hay vuelta atrás, que la vida es luchar contra poderosas e imbatibles trabas económicas que cercenan nuestra libertad, y labrándose  incierto y maltrecho porvenir en un campo cuajado de minas de desilusión, se inclina a entrar en imaginarios de tiempos olvidados, deseando su alma errante integrar pasados gloriosos del hombre, en épocas en las que aún el mundo estaba por ser descubierto y ofrecía por tanto una interesante gama de innumerables aventuras, aún a riesgo de grandes tribulaciones y padecimientos. Quizá ese alma errante recuerde esos lejanos tiempos de la historia por sentirse identificada o transmutada con aquella realidad, como si por arte de magia una máquina del tiempo le hubiere transportado y obligado a encarnar en la modernidad actual y se resistiere a emprender camino vital lejos de su matriz en un espacio temporal determinado. La sensación de desarraigo es parecida.


Vista del puerto de Mahón, hacia 1860


Dicho esto, y entrados en materia, no me hubiere importado sufrir enfermedades o hambrunas, si con ello hubiese galopado a lomos de un bello corcel, trotado con un cariñoso burro, o simplemente andado con botas de cuero o polvorientas sandalias, sintiendo la vírgen y limpia tierra bajo mis pies, en los tiempos en los que Madrid era sólo un bullicioso pueblo, deteniéndome a descansar cerca del tranquilo y boscoso arroyo del Abroñigal, donde hoy se encuentra la ruidosa y estresante M-30, u haber sido parte integrante de la tripulación de un galeón español en las antillas caribeñas, surcando mares infestados de filibusteros con las bodegas cargadas de plata del Potosí, o, en el otro bando, cual bucanero armado con humeante mosquete, haber defendido con uñas y dientes alguna plantación de cacao y ahumeaderos contra los lanceros del rey Felipe III. Tampoco el haber llevado una tranquila existencia, esquilando ovejas en un pueblo de la mancha, sin haber salido jamás de esta región, más que para vender la lana en algún mercado de la villa del reino, me hubiere desagradado en absoluto. Aunque quizá, si tuviere que elegir siglo y época, elegiría la españa de mediados del siglo XIX, la españa romántica descrita por Turner o Alexander Von Humboldt, una tierra de ensueño, abrupta, bella y salvaje, donde según ellos, la aventura aún era posible. Aunque nada desdeñable hubiera sido, en dicha época, acompañar al doctor Livingstone en sus viajes al corazón del Africa Negra e inexplorada. He de reconocer que estos personajes me suscitan sana envidia y sincera admiración.


William Turner, Cruzando el Arroyo


Y si, entonces la vida era incierta, peligrosa, corta, uno podía fallecer de una simple gripe, o morir atravesado por la flecha de una ballesta, ser ahocardo en una plaza pública por robar una gallina, o no tener nada que llevarse a la boca durante días, pero la aventura y la autenticidad estaban servidas y eso merece más la pena que vivir cien vidas previsibles e insoportablemente largas en un mundo homogéneo y enfermizo como el de hoy, en el que por muy lejos que vayas, por mucho que trates de esconderte, este mecánico sistema y su dinámica globalizadora terminan por encontrarte.


Goya, El verano


Cualquiera argumentará que la infamia humana era igual de terrible en los oscuros tiempos del medievo, en la Roma imperial de Tito o en los campos de batalla de Austerlitz, pero nadie podrá negar, que era aún mucho menor, en lo que a masa numérica se refiere. Si hoy la raza humana es una metástasis condenada a un más que probable trágico final, hace dos o tres siglos aún eramos células cancerosas desperdigadas por un planeta salvaje y hermoso, que resistía tranquilo los embates de una especie que había comenzado a desequilibrar lo equilibrado. Y que decir del paso del tiempo, hoy acelerado, caótico y desrregulado, antaño regido por las estaciones, por las tranquilas ferias de ganado, por los ciclos agrícolas y el pulso de una naturaleza que todo lo rodeaba, dándole sentido a la vida. Nos hemos convertido hoy, en una raza despreciable, egocéntrica, que vive en un equilibrio aún más delgado e inestable que en aquél entonces. Mientras hoy, viajar de un lado a otro es cuestión de horas, antes requería semanas, quizá meses, pero el viajero vivía la vida y se empapaba de la cultura de los pueblos que transitaba, aún viajando en una berlina, barco de vapor o tren arrastrado por una lenta y humeante locomotora de carbón. ¡Cuanto hubiere deseado atravesar las grandes llanuras norteamericanas hacia 1850, pobladas por cuantiosas y aguerridas tribus de nativos feroces, por la cultura sioux de los caballos de las praderas!


Madrid, hacia 1800


También hoy, la información es prácticamente gratuita y se encuentra en exceso, cuando antes brillaba por su ausencia pero le brindaba emoción a los envites de la vida. Hoy, los instintos se colman con inusitada rapidez, cuando antes, por poner un ejemplo, eran precisos meses o años para cortejar a una dama, y con ello el amor y la ilusión crecían a diario y tejían relaciones sólidas y duraderas..Hoy, la vida parece haber perdido su sentido y su magia. Quizá por ello el cáncer sea una enfermedad que mata a más de la mitad de la población mundial. Y no olvidemos qué es el cáncer: la reproducción acelerada y descontrolada de células previamente sanas. Nuestro organismo es sólo un reflejo de nuestro ritmo de vida y nos indica que algo deberemos de estar haciendo mal. Pero en efecto, nosotros como colectivo somos una metástasis El cáncer, es sólo una pequeña muestra, a menor escala, de lo que está sucediendo. La naturaleza, aún mancillada, aún vilipendiada, sigue siendo más sabia que nosotros y terminará por curarse de este mal llamado hombre. Y ya ha empezado a hacerlo...

viernes, 10 de febrero de 2012

Individualismo y Soledad: El mal del siglo XXI

Cada día que pasa veo más parejas que se disuelven, más matrimonios que se estrellan, y sobretodo, más gente sola, desamparada, y sin ilusión por enamorarse o conocer a una persona con la que poder compartir sus vidas. Y mucha culpa de este fenómeno lo tiene el tipo de sociedad en la que vivimos, consumista y acelerada, en la que todo, incluidas las relaciones, parece haberse mercantilizado. Una sociedad con tal nivel de caótica información e infinita oferta mediática, que parece haber atomizado el mundo y las relaciones privadas de las personas, que poco a poco han ido perdiendo entusiasmo, originalidad u autenticidad y solidez, pues se encuentran atrapadas por los dictados del sistema, que promulgan sin parar el "vive deprisa consumiéndote" y "el tiempo es oro". Esta gran falacia confunde a las personas, que creen que van a encontrar la felicidad de esta forma, cuando lo único que consiguen es alimentar un ego monstruoso, perdiéndose en un callejón sin salida que va excavando progresivamente el vacío interior y el egoísmo más individualista. El antiguo núcleo familiar, es actualmente un fenómeno social en vías de extinción, ya que el tren de vida imperante convierte dicho estamento en algo difícil de mantener y conservar, precisamente por la ausencia de tiempo y los bombardeos sexistas y consumistas que a todas horas contaminan el subconsciente de las personas y los valores humanos, tan poco al alza en estos oscuros tiempos que vivimos. Realmente es mucho más sencillo no implicarse sentimentalmente con nadie, pero mucho más peligroso para la estabilidad emocional propia de lo que la mayoría de la gente imagina.





Cuando veo películas antiguas como Blade Runner, y después las comparo con toda una parafernálica sucesión de cutres comedietas actuales que inundan las salas de cine cada semana, comienzo a pensar que la propia industria mediática es consciente de este fenómeno, e impulsa perversamente la puesta en práctica de este tipo de trato entre humanos. Más aún cuando se encuentra destinada a una generación joven que está creciendo con este modelo de sociedad circundante, y que le impulsa en cierto modo a seguir unos parámetros conductuales determinados. Pero iré más allá, pues todo está interrelacionado en este globalizado mundo dominado por las transnacionales y los desdeñables y sucios poderes económicos, y son precisamente estos los que persiguen desestabilizar y cercenar los valores humanos, que se contrapongan a todas las dinámicas vitales y consumistas del propio sistema. Hay que pensar y reflexionar, y darse cuenta de que es mucho más sencillo lograr una sociedad aborregada cuanto más se ataque, desnaturalice y corrompan las relaciones humanas, pues una persona sumida en la soledad, alimenta a su vez su crisis existencial, y en última instancia su miedo, convirtiéndose en presa fácil para los designios y planes ocultos que persiguen las élites de poder, que no son otros que separar al hombre de la mujer, destruir la familia y convertir a la raza humana en una obediente casta de esclavos sin sentimientos, solitarios y apesadumbrados, que consumen y se consumen para olvidar la realidad. El amor se encuentra en vías de extinción.

martes, 7 de febrero de 2012

El Nuevo Orden Mundial, por Manuel Galiana Ros

Extraordinara entrevista realizada a Manuel Galiana, escritor y antiguo responsable de defensa del Grupo Hermanos Barreiros, experto en Geoestrategia y Balance militar planetario. La Caja de Pandora conversó con este hombre en julio del año pasado, en el marco del VII Congreso de Ciencia y Espíritu, donde dió una ponencia sobre la Masonería, el Sionismo Internacional y la Dictadura Económica Universal que está tratando de imponerse en el mundo. En la entrevista se tocaron diversos temas de actualidad en aquel entonces, como la muerte de Bin Laden, así como el papel de Irán en el conflicto regional de Oriente Medio, los atentados del 11S, el origen de la reserva federal de EEUU, la Masonería internacional etc, además de un punto de vista sobre cómo debería liderarse el cambio del sistema económico, social y político global. Manuel Galiana es un gran conocedor de la masonería, el sionismo y el Club Bilderberg y de la influencia que han tenido y tienen en el mundo, lo que unido a un profundo conocimiento de la economía real, fruto de su experiencia profesional en la consultoria de alta dirección durante años, le convierte en un testigo de excepción de los acontecimientos planetarios, y lo que es más interesante, en uno de los escritores más cualificados para analizar y prever el futuro al que nos enfrentamos. En palabras de Galiana: "Lo más importante es que hay que percibir finalmente una idea de conjunto, que es lo que los medios de comunicación no permiten, ya que segmentan por partes los datos provenientes de la realidad con lo cual la gente se informa pero nunca comprende".



lunes, 6 de febrero de 2012

2012: La Tercera Guerra Mundial

No es necesario que me extienda demasiado en esta introducción, pues los vídeos que a continuación podréis ver clarifican lo que podría estar a punto de suceder, si la escalada de conflictos en Oriente Medio sigue su curso. El capitalismo y la tiranía económica que oprimen el mundo están a punto de terminar con un ciclo de la historia, que se cerrará con la guerra más sangrienta que la humanidad haya podido soportar desde los inicios de la civilización. Una vez más, serán el afán por controlar las reservas de petróleo y la economía mundial, los causantes de este trágico desenlace. Los dos bloques capitalistas ya se han formado, y el eje China-Rusia está preparado para darle la réplica al Imperio. Los conflictos de falsa bandera en nombre de la "libertad y democracia", perpetrados por rebeldes-terroristas a sueldo, mercenarios entrenados por la OTAN, en Libia y Siria, son sólo la antesala del apocalipsis bélico que se avecina. Los mass-media desinforman cómo nunca, y la opinión pública se adormece. Es la calma que precede a la tempestad. La mecha detonante: Un ataque sionista a Irán. El punto 0: El Estrecho de Ormuz. Sólo quedan seis meses para frenar el horror y la ignominia humana, y al grupo de malnacidos que están controlando los designios del planeta con total impunidad y sangre fría. La guerra fría está servida, y en última instancia, una conflagración a escala mundial. La agenda global sionista iniciada con los auto-atentados del 11 de septiembre de 2001, vive uno de sus últimos capítulos. 




Entrevista a Nazarin Amiriam, profesora iraní de Ciencia Política de la UNED, en la cadena Ser.




Entrevista a Manuel Galiana (a partir del minuto 7), quien afirma que una represalia de Irán ante un ataque nuclear Israelí, podría ser la excusa perfecta de la cúpula sionista para iniciar una tercera guerra mundial.





Siria, la gran mentira.