martes, 27 de diciembre de 2011

Los últimos reductos del hombre libre

Resulta curioso lo que se puede llegar a descubrir usando Google Earth, cuando estamos atados de pies y manos por las cuerdas del capital, y se antoja imposible o muy difícil viajar fisicamente hasta remotos lugares de la geografía planetaria. Al menos este programa y sus mapas satelitales, permiten escudriñar gratuitamente los paraísos y confines naturales que aún se conservan intactos e inmaculados, sin haber caído presa de las poderosas transnacionales y el avance imparable del capitalismo. Las características físicas del terreno, las condiciones climáticas o la propia peligrosidad de algunas especies de reptiles e insectos, han contribuido notablemente a conservar estos vastos espacios, que ocupan extensiones de varios miles de kilómetros cuadrados, alejados y a salvo de la perniciosa mano del hombre civilizado. Pero a veces esta aparente hostilidad va más allá, y se remite directamente a la violencia de tríbus autóctonas, que han permanecido aisladas del mundo exterior, y al parecer, desean seguir sin ser molestadas, lo cúal me parece elogiable y digno del mayor de los respetos. Y de este modo, navegando por el planeta tierra, he encontrado una fotografía tomada practicamente en los límites del estado de Acre (Brasil) y el departamento de Ucayali (Perú), a escasos kilómetros de un municipio llamado Santa Rosa Do Purus, y que resume toda la agresividad de sus pobladores hacia los intrusos.


La fotografía fue tomada en 2008, cuando un avión del equipo de FUNAI, financiado por el estado de Acre, sobrevolaba el mayor de los 4 poblados aislados que aún sobreviven en la región, y trató de ser atacado desde tierra. Con la toma de fotografías aéreas se persigue el objetivo de demostrar su existencia, y evitar así que la minería ilegal destruya sus hábitats.


Se han reportado centenares de casos de ataques de tríbus indígenas a madereros furtivos, o a cualquier "hombre blanco" que tuviese la mala fortuna de encontrarse en el momento inadecuado, en el lugar inadecuado. Como es lógico, no van a detenerse a establecer diferencias a la hora de disparar sus flechas o soplar sus cerbatanas, y tampoco pueden identificar si la víctima pertenece a alguna infame compañia maderera, hacienda ganadera o se trata de un hombre blanco bueno, de aquellos que dedican su vida, tiempo y energías en luchar desesperadamente por garantizar la supervivencia de estas gentes. Es el caso del indigenista brasileño José Carlos dos Reis Meirelles, de la Fundación Nacional Del Indio (FUNAI), que hace siete años fue atravesado en el cuello por una flecha que a punto estuvo de costarle la vida, en un punto indeterminado de la selva amazónica en el Estado de Acre. En palabras de Meirelles:


"había madereros furtivos en esa zona, que incluso llegaron a matar a algunos indios. Para estos indígenas no existen diferencias entre los blancos. En su concepción, los blancos somos pocos y de la misma familia. Decidieron vengar a sus muertos y me atacaron".


Indio Yanomami. Antaño huían de los violentos seringueiros portugueses. Hoy, son los madereros quienes amenazan sus tierras, persiguiéndoles y asesinándoles indiscriminadamente.


Pero como decía, este es sólo un caso de los muchos acecidos en la últimas décadas a medida que el avance de la modernidad, manifestado en concesiones petroleras, latifundios ganaderos, millones de hectáreas de selva virgen taladas por las compañias madereras y carreteras que han fracturado regiones y aislado enormes proporciones de ecosistema vírgen, han ido progresivamente degradando y perturbando la tranquilidad de lo que antaño fuere una tierra de paz y naturaleza impenetrable. En todo caso, es mucho mayor el número de indígenas asesinados vilmente por racismo o, simplemente, por haber tratado de oponerse a los embates de la modernidad. 


El paso del avión de reconocimiento del FUNAI, lejos de provocar terror en los habitantes del poblado, les infundió el coraje suficiente para tratar de acribillarlo a flechazos. No debe de ser la primera vez que el sonido de los motores fractura la apacible tranquilidad de la selva por aquellas latitudes.


La FUNAI calcula que aún quedan unas 70 tríbus aisladas en toda la Amazonia, y no se escatiman esfuerzos para lograr que las reservas creadas para su supervivencia, sean respetadas. Pero los cálculos son con toda seguridad erróneos, y quizá sean más numerosos aquellos que han decidido seguir viviendo ajenos al mundanal ruido, y al cáncer de la civilización moderna. Aún disponen de miles de hectáreas de densa selva tropical, que por la naturaleza del estrato edáfico y sus caprichosas particularidades geofísicas, jamás serán susceptibles de ser mancilladas y envilecidas por el hormigón u homogeneizadas por una monótona sucesión de hectáreas destinadas al cultivo de soja, transgénicos o al pastoreo de reses. Sólo allí, seguirá predominando la ley del infierno verde, hasta el fin de los tiempos...o hasta que el cambio climático siga su curso y desertifique lo que quede del amazonas.


Amazonia indómita Occidental, 7º 51'05.10 S  70º 23'13.01 O


No hay comentarios:

Publicar un comentario