sábado, 9 de mayo de 2015

Madrid Centro, una pocilga de colores

Eso es el centro de Madrid en estas fechas y con buen tiempo, un sumidero de porquería visual. Y no me refiero a la porquería propiamente dicha, que también la hay, me refiero a la insípida oferta consumista de la ciudad, a las calles atestadas de gente vulgar que no saben qué hacer con su tiempo, a los palurdos con chalecos amarillos en los que se puede leer el repugnante "compro oro", las infumables casas de apuestas repletas de tipos de mirada turbia y perdida, a la frivolidad de jóvenes disfrazados de payasos caminando con desdén y altanería con sus smartphones en la mano, a los mendigos tirados en el suelo como colillas, rodeados como están de cachibaches y basura y a veces de perros compañeros con el semblante triste y aburrido. Todo eso y mucho más, constituye el menú principal de una ciudad, que parece más un parque de atracciones para borregos que una ciudad propiamente dicha.


Sólo acudir en caso de emergencia o imperiosa necesidad...


La atmósfera reinante es por lo tanto asfixiante, alienante y alarmante. La triple A de un Madrid que se lleva la palma en zafiedad y en turismo zombi. Todo es cutre y cansino hasta la saciedad, y pasear por calles y avenidas se convierte en un verdadero coñazo y una prueba de fe y de paciencia, porque mientras que la mayoría parecen encantados y hasta eclipsados por la estupidez y el influjo babilónico reinantes, un servidor, tan sólo desea terminar con la mayor brevedad posible todas sus gestiones, para salir cagando leches de ahí. Esto, claro está, implica el ir esquivando y sorteando a decenas de empanados mentales que se arrastran con total parsimonia y dejadez, como si se encontrasen en una playa de ensueño de las Maldivas. Sin embargo, no están en una isla del Índico, pero si en un gran nodo del globalizado sistema depredador, caluroso y pegajoso, contaminado, ruidoso y cuajado de coches. En definitiva, un lugar asqueroso y aburridamente homogéneo. Un lugar que parece concebido para idiotas.


Estos mamarrachos suelen estar por todas partes. Nunca me han caído bien esta clase de fulanos ni los amos para los que trabajan. En cierta ocasión uno de ellos resultó ser marcadamente violento hacia mi persona.


Si uno decide movilizarse a la cloaca urbanita en vehículo privado, sólo conseguirá estresarse aún más, o bien perder directamente los estribos, como suele ser mi caso. La mayoría de los zombies no sabe conducir y son exageradamente torpes o culos, contribuyendo así a empeorar el tráfico. Si por el contrario nos decidimos decantarnos por el transporte público, las cosas tampoco mejoran significativamente. Desde que el poder neoliberal ha apretado un poco más las tuercas de su "Granja Humana", el precio de los billetes, tanto de suburbano como de autobús, ha crecido un 50%, por lo que desplazarse al corazón de babilonia puede resultar más costoso que en coche o moto. Además, en el caso del metro, se ha reducido la plantilla de trabajadores, y con ella el servicio ha perdido calidad y se ha deteriorado notablemente. Lo que antes equivalía a una espera de 3-4 minutos, ahora se ha convertido en una de 8-9, pues el número de trenes también ha menguado. Esto supone que vayan hasta arriba en hora punta y no tan punta, como si fuesen vagones repletos de ganado lanar, con las consecuentes y subyacentes incomodidades: atmósfera cargada y en ocasiones pestilente, aires acondicionados rotos, esperas en estaciones cada vez más frecuentes y la imposibilidad de sentarse, así como el riesgo asociado de poder contagiarse de virus y bacterias ajenas. Toda una atractiva y sugerente opción de traslado, como pueden ver.


No, no es una porqueriza. Es el metro de los madrileños.


Por lo tanto, al final, uno termina cogiendo el coche, aunque tenga que bajarse los pantalones hasta las rodillas para que los vampiros del ayuntamiento puedan seguir recaudando toneladas de euros gracias a sus ignominiosos parkímetros cada día, cada hora y cada minuto, esos postes fríos y tecnocráticos, enraizados por doquier. También aquí, han decidido joder todavía más al personal. Si antes bastaba con pagar, ahora la dichosa maquinita te pide hasta la puta matrícula y el horario se ha ampliado una hora más. Y que no nos cuenten milongas con la diferencia de tarifa en función de las emisiones de cada vehículo, cuando ninguno de los autobuses que circulan por la capital funcionan con gas natural, como rezan sus estúpidas y mentirosas pegatinas,o cuando falsean los datos de partículas contaminantes que miden las estaciones meteorológicas, o directamente, las cambian de lugar, como sucedió durante el reinado de Gallardón. Como pueden ver, es todo una estafa de proporciones ciclópeas, y al final para nada, pues Madrid no solo te chupa hasta el último pecunio, además,  mata lentamente.


Los jardines del buen Retiro, un lugar que en fines de semana, ahoga.


Mientras escribo estas líneas, ya estamos a sábado. Dentro de unas horas, uno de los pocos lugares que todavía conservan la pureza y la salud ambiental en la región, será invadido por miles de seres asfixiados, neo-esclavos que huyen precisamente del nicho urbano que pudre su salud y sus vidas de lunes a viernes. Estoy hablando de la Pedriza, santuario de vida entre semana, reconvertido en otro parque del Retiro más, los sábados, domingos y festivos. Quien decida, no obstante, ir durante estos días, se encontrará con una procesión de coches, y si consigue acceder, no encontrará la calma y el sosiego deseado más que en las alturas más escarpadas, acompañado por los buitres. 

Sé de lo que hablo, por desgracia, pues llegada la nueva semana, cuando por fin me dejo caer por aquellos parajes, no dejo de recoger plásticos, latas o botellas, como tampoco dejo de asombrarme con las nuevas pintadas que aparecen ensuciando las rocas graníticas y milenarias de lo que todavía es considerado un paraíso. Ni más ni menos que los desperdicios pre-humanos generados por otros desperdicios pre-humanos, los mismos que se pasean con la baba colgando, sin preocuparse de sortear los regueros de pis y porquería que a menudo se encuentran por las calles de la Montera, Mayor, Preciados o Gran Vía. Y no se preocupan, porque forman parte del mismo despropósito, del mismo caldo de cultivo infecto en el que un día decidieron convertir sus banales existencias. Despierten señores.

5 comentarios:

  1. Joder que clasista eres, salgo corriendo de aqui

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  2. Pues sal, nadie te ha invitado. Clasista no, solo consciente y no zombi. Aprende a distinguir entre algo tan simple. Y no me ofendas que yo tengo hasta amigos mendigos.

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  3. Estoy totalmente de acuerdo con Lobo en muchas de las cosas que dice, no creo que sea clasista, creo que es bastante realista........porque la situaciones hay que verlas y no dar la espalda!!!! Me ha gustado mucho, gracias Lobo.

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  4. Claro que ahoga, porque hay gente que no tiene coche y solo puede moverse con transporte publico , aunque si se enteran que es mas barato ir en coche igual hacen un esfuerzo entre cuatro o cinco familias.
    no se a que te dedicas, pero no parece estes muy estresado economicamente.
    Asi ya se puede .

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  5. Este es la ultima epoca de libertad y comienzo de una era de I.A que pronto se viene ...la interaccion al comienzo sera genial (para los medios masivos ) pero se comenzara a explotar a esta granja humana de una manera jamas vista , No podemos volver atras o no queremos , si pudiera tiraria todo y saldria corriendo a un bosque pero como naci programado en esta era creo que duraria poco entre tanta paz y a la vez no podria sobrevir debido a que parte de la escencia humana antigua solo queda para los libros de historia , en una eraa tecnologica solo nos queda aceptar nuestro papel de zombies , ya que rebelarse no serviria de nada .

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