miércoles, 30 de mayo de 2012

Cold Mountain

Ayer de madrugada, tuve la suerte de toparme con una gran película mientras hacía un desesperado y repetitivo zapping, con la esperanza de encontrarme con algo que mereciese la pena en nuestra soporífera televisión. Mucho he pensado en la situación del mundo desde que he vuelto de la India, consciente de que somos una raza con un enorme desafío vital por delante y de que se nos acaba el tiempo para buscar y encontrar soluciones a los farragosos problemas que se nos plantean a la vuelta de la esquina. Cold Mountain, así se llama la cinta, está ambientada en plena guerra de secesión americana. Es una película cruel y descarnada, con un sensacional elenco de actores que profundizan a la perfección en la america confederada de la época y en los horrores de la guerra desde las dos orillas de la realidad: La de los que se fueron al frente y la de esposos, hijos, familia que quedaban en ruinosa espera. Pero también es una oda al amor verdadero y a la maldad más despiadada y sádica, y a las fuerzas vitales que nacen de estos sentimientos, genuinamente humanos, cuando son realmente polarizados. En el amor, la fuerza del entusiasmo y la ilusión, y ante la maldad y el odio, la resistencia más tenaz. Ambas son capaces de enfrentar con coraje la adversidad y los embates de una vida y un entorno hostiles como pocos. 




Dicen que todo tiempo pasado fue mejor. Los que defienden esta postura están equivocados, pero tienen su punto de razón. Antes la vida humana valía menos y era terriblemente incierta y peligrosa, pero la pureza de los sentimientos y la autenticidad de las relaciones hacían que el riesgo mereciese la pena. Hoy, la vida empieza a ser también cada día más incierta, con la diferencia de que nos encontramos ante la peor crisis de valores de toda nuestra historia. Películas como esta no hacen más que recordarnos nuestra propia condición,  capaz de lo peor y de lo mejor, tratando de que no se nos olvide en un desesperado intento de convertirnos, quizás, en mejores personas.



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